La mujer
del oso
Tomado de: www.fusagasuga-cundinamarca.gov.co
Cuentan los habitantes de San Bernardo del misterioso caso de Magolita,
antigua pobladora del municipio, quien salió a la quebrada a lavar ropa y no
volvió; días después unos campesinos que pasaron por allí se miraron asustados
unos con otros y comprendieron que los objetos allí encontrados eran de
Magolita, conocida por todos los habitantes del pueblo, ya que ella vendía
quesos y huevos todos los jueves en el mercado; también encontraron unas
enormes huellas que creyeron eran de un enorme animal. Alarmados, los cazadores
salieron presurosos a poner esto en conocimiento de las autoridades.
Armados de fusiles y machetes y acompañados de perros, recorrieron en
agotadoras jornadas, los sitios inaccesibles y escabrosos del agreste lugar
durante 13 días. No ahorraron esfuerzos por encontrar a Magolita, pero la
búsqueda fue infructuosa e inútil, por lo que se tuvo que suspender toda labor
de rescate. Sin embargo, su esposo Marcelino continuó la búsqueda, y a los tres
días encontró un pedazo del vestido que él le había regalado el día de su
cumpleaños. Siguiendo los rastros dejados por el enorme animal encontró la
cueva que servía de rústica vivienda.
Receloso y asustado Marcelino indagó lo rústico de la cueva; súbitamente
dio un grito desgarrador de terror rompiendo el silencio que allí reinaba. Por
fin descubrió a Magolita. El cuadro que presenció lo llenó de tristeza y
espanto. Ella, semidesnuda, cadavérica y rasguñada por todo el cuerpo, yacía
inconsciente sobre una especie de cama hecha de trozos de madera y maleza,
empotrada entre los troncos de un árbol. A su alrededor vio con estupor unos
trozos de carne cruda y unos frutos silvestres.
Asustado, salió corriendo a pedir auxilio, llegando luego acompañado de
varios cazadores, ya que él no pudo sacarla de esa cueva. La levantaron y se la
llevaron cuidadosamente por miedo de encontrarse el gigantesco animal y por la
pronta atención de la víctima.
No habían avanzado mucho cuando escucharon los espantosos gruñidos del
animal, que inmediatamente fueron identificados como los de un oso.
Comprendieron la magnitud de la tragedia. Magolita había sido por más de 15
días la mujer de un oso. Pasaron los días y Magolita jamás volvió a hablar, se
le veía siempre con la mirada perdida indicando a las claras que no se había
recuperado del trauma ocasionado por esa relación. Al poco tiempo murió
llevándose a la tumba el secreto de este insólito suceso.
Las “malas lenguas”
dicen que el oso fue muerto en singular duelo por Don Erasmo Rodríguez, cazador
de origen y oriundo de Venecia, que en desigual pelea le asestó varios
peinillazos, acabando así una de las leyendas sucedidas en el municipio de San
Bernardo en la región de Sumapaz.
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